Pico
Descubre con nosotros la geografia de la Isla de Pico, la segunda mayor isla de las Azores. Con 444,9 km2 de área y de forma alargada, gracias a sus 46,2 km de largo y 15,8 km de ancho máximo.
Descubre con nosotros la geografia de la Isla de Pico, la segunda mayor isla de las Azores. Con 444,9 km2 de área y de forma alargada, gracias a sus 46,2 km de largo y 15,8 km de ancho máximo.Dominada por el volcán de la montaña de Pico en su mitad occidental, la isla está a 6 km de la vecina isla de Faial y tiene 14.148 habitantes (datos de 2011). Es la isla más al sur del grupo central del archipiélago de las Azores y uno de los vértices de las llamadas “islas del triángulo”. El punto más alto de la isla, con 2.350 m de altitud es también el punto más alto de Portugal y se encuentra situado en el Piquinho, en la Montaña, a 38°28’07’’ de latitud norte y 28°23’58’’ de longitud oeste.
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El descubrimiento de la isla por navegadores portugueses se hizo al mismo tiempo que el resto de las islas del grupo central. En un principio conocida como isla de D. Dinis, el nombre actual viene de su montaña. Se piensa que Pico habrá sido la última isla del grupo central en ser poblada, en concreto a partir de la década de 1480.
Los colonos originarios de Portugal continental, tras una escala en Terceira y en Graciosa, escogen Lajes como primer lugar de residencia. Las plantaciones de trigo y de la planta tintorera del pastel, por influencia de la vecina Faial, son las frágiles bases del desarrollo económico durante el primer siglo del poblamiento. En efecto, el clima seco y caliente de algunas zonas de la isla, junto con la riqueza mineral de los suelos de lava, dificulta la agricultura en esta isla, pero permite un creciente éxito en el cultivo de la viña, en el que predomina la casta verdejo. Poco a poco, el vino y aguardiente de Pico se destacan entre la producción vitivinícola azoriana y se empiezan a apreciar dentro y fuera de la isla, permitiendo el desarrollo de la vitivinicultura, particularmente a lo largo del siglo XVIII. Exportado a Europa y América, el verdejo alcanza fama internacional. Llega incluso a estar presente en la mesa de los zares rusos.
La conexión con Faial es fuerte, no sólo en el plano administrativo sino también en el económico. Por un lado, Horta es un puerto de exportación de los productos de Pico, que carece de ensenadas seguras. Por otro, hasta la crisis vinícola del siglo XIX, un alto número de propietarios de tierras de Pico venía de la isla vecina. El primer cuarto del siglo XVIII está marcado por erupciones volcánicas, especie de anuncio del fin del período dorado del verdejo. A mediados del siglo XIX, el ataque devastador del oídio y de la filoxera extingue la mayor parte de los viñedos. Perdido el cultivo, esfumada la tradición y prestigio, crece la emigración de los habitantes locales a Brasil y a América del Norte. Como alternativa, parte de los que se quedan se vuelven hacia el mar.
Desde el siglo XVIII la isla tiene contacto con la actividad ballenera. Las flotas inglesas y norteamericanas buscan cachalotes alrededor de Pico. Las barcas usan los puertos de la isla para el descanso de la tripulación, abastecimiento, astilleros de reparación y puesto de recluta de nuevos brazos para la dura batalla contra los gigantes del mar. En la segunda mitad del siglo XIX surgen los primeros intentos de comunidad local para abrazar la actividad. La caza al cachalote prospera y se alarga a otras islas del archipiélago. La dinámica se mantiene hasta mediados del siglo XX, momento en el que se da un declive de la actividad. Se pone un punto final en 1986, con la prohibición definitiva de la caza a los cetáceos, tras la firma del Estado portugués de la moratoria de prohibición de la Comisión Ballenera Internacional.
Recuperando las tradiciones seculares y reinventándolas, Pico mantiene hoy en día una conexión estrecha con el cachalote. El contacto con los cetáceos, ahora protegidos, es la piedra angular de la industria turística. Y la vitivinicultura ha vuelto a tener alguna importancia, ayudando a la economía de la isla donde los servicios, la agricultura, la ganadería y la pesca son actividades relevantes. La singularidad de la vitivinicultura de Pico es reconocida internacionalmente, con la clasificación del Paisaje Vitícola como Patrimonio Mundial de la Humanidad, por la UNESCO, en 2004.
Por los extensos campos de lava que marcan el paisaje de la isla y que la población local llama lajidos o terras de biscoito dependiendo de su llanura o irregularidad, se atribuye a Pico el color gris. Y también los currais (cuadrícula del terreno delimitado por muros de piedra) de la viña, los maroiços (montones de piedra en forma de pirámide) en los terrenos agrícolas, los muros de caminos, senderos y separaciones de terrenos nos llevan a este tono, entreverado con el verde de la vegetación.
El inmenso cono volcánico de la montaña de Pico se yergue majestuoso, cortando el azul celeste o dejándose envolver por un manto de nubes. Al oriente de este volcán colosal, la isla se extiende en una larga cordillera volcánica, con exuberantes zonas de vegetación endémica y verdes pastos, donde existen cerca de dos centenas de pequeños conos de escorias basálticas y cerca de una veintena de lagunas. Éstas y otras masas de agua, incluyendo charcos y turbera más o menos húmedos, sirven de albergue a aves residentes y exóticas migratorias, como la garza real.
Imponente, majestuoso, magnífico, son algunos de los muchos adjetivos que recibe el volcán de la Montaña de Pico, gracias a sus 2.350 m de altitud máxima, 19 km de diámetro medio al nivel del mar y figura esbelta. El tercer mayor volcán del Atlántico se impone en el paisaje de la isla, ejerciendo una atracción irresistible en casi todos los rincones de Pico, y muchos lugares de las islas vecinas. En su cráter principal se aloja un cono de lava llamado Piquinho, en cuya cima hay fumarolas permanentes que nos recuerdan su naturaleza volcánica. A cerca de 1250 m de altura, donde se inicia la subida a la montaña, la mirada ya abarca gran parte de la isla, así como las vecinas islas de Faial y San Jorge. En la subida hasta la cima hay momentos de cansancio y de satisfacción por las panorámicas fantásticas y únicas. En un día limpio, el premio extra es ver las islas de Graciosa y Terceira.
En la mitad oriental de la isla está el Planalto de Achada y una cordillera volcánica con cerca de 30 km de extensión entre Lagoa do Capitão y la Ponta da Ilha. Sus cerca de 200 conos volcánicos y las áreas adyacentes albergan turberas, charcos o lagunas, como las de Grotões, Rosada, Paul, Landroal, Caiado, Peixinho y Negra. Esta área constituye uno de los lugares más importantes de las Azores en vegetación endémica, con especies como el cedro, brezo, sanguino o tabaiba.
Pero son los campos de lava basáltica la imagen de marca de la isla, depósito de innumerables y diversificados vestigios de la actividad volcánica que hizo nacer la isla y que nos recuerdan a los de otras islas volcánicas exóticas, las islas hawaianas. En algunos casos estos campos de lava están asociados a erupciones de las que las poblaciones fueron testigo y que, temerosas, denominaron misterios. Estos terrenos rocosos y sin cultivar nacidos del fuego de la tierra son el Misterio de Praínha, del siglo XVI, y los misterios de Santa Luzia, São João y de Silveira del siglo XVIII.
El gris oscuro del basalto, el azul cristalino del mar y el blanco lechoso de la espuma de las olas componen el trío de colores del litoral de la isla de Pico. Sin playas, pero con encantadoras bahías y calas, la isla ofrece varias zonas de baños, muchas veces aprovechando el recorte de la costa para proporcionar locales naturales únicos. En otras zonas de la costa, los altos acantilados compiten con los de San Jorge en su imponencia y esplendor: el mirador de Terra Alta proporciona esta visión.
Arcos, grutas litorales y zonas planas de roca dura se suceden a lo largo del litoral, dando paso a terrenos de viña con sus típicas bodegas. En muchos lugares de la isla, como en Ribeiras, en Lajes do Pico o en la Ponta do Mistério, permanecen extensas fajãs lávicas, testigos de la constante lucha entre la fuerza creadora de los volcanes y la acción destructiva del mar.
Para protegerse de la sal del mar y del viento y sacar el mayor provecho a las condiciones climáticas y geológicas de los terrenos pedregosos y de las zonas de lajido (zonas de roca volcánica), el hombre de Pico organizó el terreno en un impresionante mosaico de piedra negra: los currais. Esta cuadrícula delimitada por muros de basalto donde se plantan las viñas, se extiende por el horizonte. Criação Velha y Santa Luzia son ejemplos mayores de este arte de dividir la tierra, al que corresponden centenas de kilómetros de muros de piedra arduamente erguidos. Estos terrenos, una mezcla de naturaleza lávica y prácticas culturales ancestrales, componen el Paisaje Vitícola de la isla de Pico, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 2004.
Mientras que en el suelo de lava negra se destacan las rilheiras, surcos dejados por las ruedas de los carros de bueyes que transportaban uvas y barriles, en los puertos y puertecitos junto al mar están los rola-pipas, cuestas talladas para facilitar el deslizamiento de las pipas hasta los barcos, que todavía hoy simbolizan esta actividad.
Además de sus iglesias y la arquitectura local, el legado arquitectónico de Pico está en parte relacionado con el cultivo de la viña. En la zona de Areia Larga, se encuentran bonitos solares que servían como vivienda temporal a los propietarios de la viña que tenían su residencia en Faial. Del siglo XVIII y XIX, se caracterizan por trazos rígidos y por tener estructuras de apoyo como pozos, bodegas y almacenes.
En las Bodegas de Pico, a veces adaptadas al turismo rural, las paredes de piedra volcánica se mezclan con el mar y la vegetación. La memoria viva del ciclo del verdejo tiene un nuevo capítulo en el Museo del Vino. Instalado en Madalena, en una antigua mansión de veraneo de los monjes carmelitas, cuenta con una colección de utensilios, alambiques y pipas. Su frondoso bosque de dragos acompaña al lagar que ha resistido al paso del tiempo.
La faceta volcánica de la isla también está estampada en las casas de localidades como Cabrito, Arcos, Lajido, Cachorro o Calhau. El arte de trabajar la piedra tiene en Pico su máxima expresión, donde la textura de la roca y el aparejamiento perfecto de la piedra basáltica negra contrastan con los marcos blancos de las ventanas y los verdes y rojos brillantes con que se pintan las maderas de las puertas.
Los maroiços son elementos arquitectónicos únicos en el archipiélago. Presentes sobre todo en la zona de Madalena, son montones de piedra suelta en forma piramidal, que recuerdan las pirámides aztecas. Estos montones formados por rocas recogidas en los terrenos agrícolas adyacentes, para facilitar el trabajo en la tierra, fueron creciendo con el paso de las décadas y siglos, permaneciendo hasta hoy como símbolo de la tenacidad de los habitantes de Pico.
La Escuela de Artesanía de Santo Amaro y la Escuela Regional de Artesanía, en São Roque, son instituciones que pretenden mantener vivas tradiciones artesanales como los sombreros de paja, las flores de escamas de pescado o los encajes de ganchillo. Las miniaturas en madera de los botes balleneros o las reproducciones de iconografía relacionada con el vino – como los carros de bueyes que transportan pipas – son testigos de la historia de Pico.
Pico reúne los principales vestigios de la epopeya ballenera azoriana. Lajes, São Roque, Calheta de Nesquim o Ribeiras invitan a un paseo para descubrir sus puertos pintorescos, las callejuelas de casas típicas y a los viejos balleneros. Las referencias a la caza de la ballena se encuentran en espacios como el Museo de la Industria Ballenera, en São Roque, situado en el edificio de la antigua fábrica de Armações Baleeiras Reunidas, que todavía guarda hornos, calderas y otros equipos usados en la transformación del cachalote. En el Museo de los Balleneros, en Lajes do Pico, encontramos fotografías, utensilios y botes balleneros y en su exposición permanente, abrigada en antiguas casas de botes, se incluye un bote con arpones y otros utensilios usados en la caza, así como ejemplares artísticos de scrimshaw (grabados o escultura en diente de ballena).
En otro tiempo centro de construcción naval del archipiélago, en Santo Amaro todavía subsiste la fabricación artesanal de embarcaciones. El astillero junto al mar permite entrar en los cascos de los barcos, más o menos completos dependiendo el estado de la obra. Al lado, un museo particular proporciona una dimensión humana a la relación entre la isla y esta actividad.
Además de las Fiestas del Espíritu Santo, Pico tiene una devoción especial al Senhor Bom Jesus Milagroso. Las fiestas se hacen en São Mateus, hacia el día 6 de agosto, y en ella los peregrinos veneran una imagen originaria de Brasil que está expuesta en el Santuario de Bom Jesus Milagroso. En Madalena, la fiesta dedicada a la patrona del municipio, Santa Maria Madalena, incluye manifestaciones religiosas, deportivas y culturales que animan el mes de julio.
En São Roque, el festival Cais de Agosto combina espectáculos musicales con muestras de artesanía y pruebas deportivas. En Lajes, la Semana de los Balleneros rinde homenaje a los que participaron en esta importante actividad socioeconómica de las Azores a la vez que invita a un programa ecléctico que anima la parte final del verano. Ya en septiembre, el pueblo de Madalena propone las Fiestas de la Vendimia, con verbena y evocaciones etnográficas del cultivo de la viña.
Las carreras de botes balleneros son simbólicas en esta isla. Las regatas, en botes de madera con sitio para seis remadores, marcan su presencia en varias fiestas en las que las tripulaciones de toda la isla y de las otras “islas del triángulo” protagonizan aguerridas disputas.
Tierra de tradición vinícola, en Pico se producen vinos blancos, tintos y rosados bastante apreciados en todo el archipiélago. Poco a poco, se intenta recuperar el prestigio del vino de la casta verdejo, mejorando la producción e innovando en los productos.“Basalto”, “Lajido” y “Terras de Lava” son designaciones de vinos de Pico que remiten a una relación hombre-naturaleza que la isla valora. La Cooperativa Vitivinícola de la Isla de Pico, en Areia Larga concentra la producción local, ya basada en nuevas castas, y puede ser visitada. Los aguardientes de higo y de níspero también tienen adeptos y todavía se consiguen encontrar viejos alambiques de cobre funcionando. Angelica y los licores de fruta son las propuestas más dulces.
La isla ha sido siempre una gran productora de fruta, siendo famoso el higo, rojo vivo por dentro. La miel que se produce con la flor del pitosporo y el Queso de Pico – DOP, un queso blando de leche de vaca muy apreciado, completan la lista de las maravillas gastronómicas de la isla. En la mesa, son diferentes las propuestas para una comida típica, destacándose particularmente el pulpo guisado con vino de cheiro, la linguiça (tipo de embutido) con ñame, molha de carne (guiso de carne) y los caldos de peixe (sopas de pescado).