Santa Maria
la isla que se extiende por 16,6 km de largo y 9,1 km de ancho máximo, ocupando una superficie de 97 km2, donde viven 5.552 personas
Descubre con nosotros la geografia de la Isla de Santa Maria, la isla que se extiende por 16,6 km de largo y 9,1 km de ancho máximo, ocupando una superficie de 97 km2, donde viven 5.552 personas (datos de 2011). Santa María forma parte del grupo oriental del archipiélago de las Azores, junto con San Miguel, isla que está a 81 km. El punto más elevado de la isla, a 587 m de altitud, está situado en Pico Alto, a 36°58’59’’ de latitud norte y 25°05’26’’ de longitud oeste.
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Hay quien atribuye a Diogo de Silves el primer contacto portugués con la isla, probablemente en 1427. Otros defienden el nombre de Gonçalo Velho Cabral, navegador y fraile de la Orden de Cristo, como descubridor de la tierra, en 1431. Es casi seguro que Santa María fue el primer contacto con el archipiélago azoriano, así como el primer lugar en ser poblado, alrededor de 1439, momento en el que el capitán del donatario Gonçalo Velho y un grupo de colonizadores echan sus amarras en Praia de Lobos. La llegada de nuevas familias originarias de Portugal continental, principalmente del Algarve y del Alentejo, contribuye al desarrollo de Santa María, de tal forma que la localidad de Porto es la primera a la que se concede el título de villa. La economía local se basa en aquel momento en el cultivo del pastel, planta tintorera de la que se extrae un colorante azulado, usado para teñir telas en Flandes; en la producción de trigo, base esencial de la alimentación de la época; y en la extracción de barro, usado para la producción de loza y tejas.
En 1493 llegan a Santa María las carabelas de Cristóbal Colón, en el regreso del primer viaje del descubrimiento de América. Los desembarcos de otros navíos extranjeros son más feroces durante los siglos XVI y XVII, época de sucesivos pillajes de la isla por corsarios ingleses, franceses, turcos y árabes del norte de África. En 1616, se vive bajo la ocupación mora durante casi una semana. Según la leyenda, parte de la población se refugia en Furna de Santana para huir a los saqueos, incendios, torturas y raptos. También en 1675, piratas moros regresan con fuerza a la bahía de Anjos y, cuando parten, llevan prisioneros para vender como esclavos.
Pasado el auge de las exportaciones para la industria textil, los siglos XVIII y XIX están marcados por el cultivo de la viña, el trigo y el maíz, la fruta, la patata y el ñame, además de la ganadería y de los lácteos. A pesar de los tiempos tranquilos, la economía de subsistencia de la isla invita a la emigración. El siglo XX trae otra dinámica y progreso, basados en la construcción del aeropuerto. Iniciada en 1944, por miles de brazos americanos y azorianos, la estructura era estratégica para los Estados Unidos en la lucha antisubmarina de la Segunda Guerra Mundial. Acabado el conflicto bélico, el aeropuerto pasa a ser civil y comienza a ser la escala de los aviones que cruzan el Atlántico. A finales de la década de 1960, los nuevos aviones de reacción con mayor autonomía de vuelo dejan de pasar por Santa María. Sin embargo, se mantiene intacto su papel de gran centro de control del tráfico aéreo sobre el Atlántico. Actualmente, los servicios son la base de la economía, seguido de la ganadería y la pesca.
Por ser la isla de las Azores más al sur y al este, Santa María tiene un clima más caliente y seco, con índices de pluviosidad menores, lo cual provoca una mayor aridez de los terrenos y mayor sequedad en la vegetación, de tonalidad amarillenta. También se conoce como la isla del sol.
La isla presenta dos sectores con relieves y características distintas: una zona plana y de cotas más bajas hacia poniente, donde está el aeropuerto y Vila do Porto, y una zona más accidentada, en la mitad oriental de la isla, con una vegetación más abundante, que incluye el macizo de Pico Alto, de donde se tiene una buena vista panorámica.
La primera isla descubierta y la primera isla poblada, Santa María, también fue la primera isla de las Azores en formarse, emergiendo del fondo oceánico hace cerca de 10 millones de años. Esta edad y su diversificado pasado geológico están en la base de las características geológicas y paisajísticas únicas que la isla ofrece.
El paso de los milenios y la inexorable acción del tiempo provocó la alteración de las rocas y la aparición de nuevos terrenos en la isla de Santa María. De estos, porque fueron modelados en condiciones climáticas muy diferentes de las que existen hoy en día en la isla y en las Azores, se destacan los barreiros de Santa María, de color rojizo anaranjado, aspecto árido y naturaleza arcillosa. El Barreiro da Faneca, conocido como “desierto rojo”, hechiza al visitante con su superficie ondulada y suave, con tonalidades diferentes dependiendo de la hora del día.
En el Poço da Pedreira, en Pico Vermelho, el tono cromático de la isla se mantiene. Y en esta antigua zona de extracción de piedra, la naturaleza colaboró con el hombre y permitió la aparición de una masa de agua en la base de la antigua zona de explotación, creando un paisaje único, testigo del papel regenerador de la naturaleza.
En la Baía dos Cabrestantes, la pequeña floración de tobas volcánicas submarinas de tonos amarillentos no permite ver su verdadera grandeza: la formación geológica más antigua de Santa María y de todo el archipiélago.
La idiosincrasia de las formas volcánicas asume una grandeza elocuente en Ribeira do Maloás, donde una disyunción prismática de colada lávica basáltica milenaria se muestra a los visitantes. La extensa y alta pared de columnas de lava recuerda la Calzada del gigante de otros parajes e invita a un pausa para contemplarla.
En la Cascata do Aveiro, una imponente caída de agua con 110 metros de altura, o en la Ponta do Castelo, con el altanero Faro de Gonçalo Velho como centinela, el sentimiento es el mismo: la grandiosidad del paisaje.
Siendo la isla más antigua de las Azores, Santa María tiene registradas en sus rocas volcánicas y sedimentarias las diferentes oscilaciones del nivel del mar que ha habido desde los orígenes del océano Atlántico. Esto también puede ser observado en la Pedreira do Campo, donde una colada basáltica formada bajo el océano y calizas que albergan en su seno innumerables fósiles de organismos marinos (como conchas, corales y algas) son el testigo de la realidad geológica de la isla hace cerca de cinco millones de años.
En otros locales de la isla las rocas sedimentarias preservan fósiles de diferentes organismos marinos que en otro tiempo poblaban los mares vecinos de Santa María: dientes de tiburón, esponjas, erizos de mar, diferentes tipos de conchas e incluso huesos de cetáceos están entre estos fósiles, que pueden ser admirados en el Centro de Interpretación Medioambiental Dalberto Pombo, así como en el centro histórico de Vila do Porto.
La recortada costa de la isla con sus altas puntas rocosas y amplias y resplandecientes bahías de aguas tranquilas y cristalinas son una invitación permanente al descubrimiento y la admiración. Es el caso de las bahías de Cré, Raposo y Tagarete, entre otras muchas.
En São Lourenço, la belleza natural de la delicada bahía, con el islote de Romeiro en un extremo, se complementa con la gracia de la presencia humana. Los bancales de la viña, el blanco de las casas junto al mar y los campos agrícolas que dibujan el terreno, completan una de las vistas panorámicas más cautivadoras de las Azores, que puede ser apreciada de cerca y de lejos, a partir del mirador de Espigão.
En Praia Formosa el sol brilla con intensidad en sus arenas claras, alimentadas por las rocas sedimentarias blanquecinas que forman las cuestas y que justifican el título de “las playas más claras de las Azores”. El largo y estrecho arenal lo vigilan las ruinas del fuerte de São João Baptista y es el lugar de paso entre el azul del Atlántico y el verde de la cuesta que abraza la bahía. Menos exuberantes, las pequeñas playas del eje de Figueiral y Bahía de Lobos y las calas de Prainha y Sul invitan al aislamiento.
La naturaleza volcánica de la isla modeló piscinas naturales en Maia y Anjos, a las que se unieron excelentes infraestructuras de apoyo para la práctica de baños.
Las casas de Vila do Porto mantienen vestigios de los orígenes del poblamiento en algunas casas, que ostentan puertas ojivales y ventanas con rasgos manuelinos. El edificio primitivo de la iglesia Matriz de Nossa Senhora da Assunção, más tarde reconstruido, es la prueba de la primera iglesia edificada en suelo azoriano. En el fuerte de São Brás, los cañones apuntando hacia el mar recuerdan los tiempos de los ataques de piratas.
En Anjos, la localidad está dominada por una estatua de Cristóbal Colón. Reza la historia que el navegador al servicio de Castilla asistió a una misa celebrada en la ermita de Nossa Senhora dos Anjos. Se pagaba así en suelo azoriano la promesa del genovés durante una intensa tempestad que puso en peligro a su flota. De la arquitectura original de la ermita queda la puerta ojival lateral.
La labor manual es más refinada en Santo Espírito, donde la iglesia de Nossa Senhora da Purificação se destaca por la sillería de formas curvas. La fachada barroca en ese contrasta con la geometría recta del campanario, donde el basalto y la cal se combinan hasta llegar a una pirámide revestida por azulejos.
Los juegos cromáticos también están presentes en las casas tradicionales de Santa María, marcadas por una forma rectangular de donde sale una chimenea cilíndrica apoyada en una pirámide incompleta. Las localidades de la isla adoptan colores diferentes para contrastar con el blanco de la mampostería: azul, amarillo, verde y almagre (que da nombre a Almagreira), color de la tierra rojiza que se usaba para vidriar piezas de alfarería.
Prácticamente extinguida la tradición alfarera de la isla, resisten los trabajos en telares manuales, impulsados por la Cooperativa de Artesanía de Santa María. Manteles y camisas de lino, colchas y jerséis de lana son ejemplos de piezas creadas por las artesanas locales.
Al igual que en el resto de las islas, las Fiestas del Espíritu Santo animan Santa María desde abril hasta el verano. Pero es en agosto cuando la isla gana varios colores y vivacidad. La animación empieza con el Rally de Santa María, con nombre en el calendario de las competiciones automovilísticas.
A mitad de mes surge la Fiesta de Nossa Senhora da Assunção, patrona de la isla. Vila do Porto reúne un conjunto de actividades, con ceremonias de tipo religioso que conviven con verbenas, conciertos, ferias de artesanía y gastronomía.
La Marea de agosto culmina el mes de diversión. Este festival dedicado a las músicas del mundo ya tiene reputación internacional y atrae a visitantes de diferentes lugares para oír música durante la noche y descansar en la playa durante el día.
De la tierra nace uno de los platos más simbólicos de Santa María: el caldo de nabos se confecciona con una especie local de nabo, pequeño y oscuro. En el agua, además de este tubérculo se cuece carne de cerdo, tocino, chorizo y batata. El caldo se sirve sobre rebanadas de pan y el resto de los ingredientes se sirven en una fuente a parte.
Hay abundantes recetas locales de dulces. Las tigeladas (tipo de flan) son comunes en la restauración, pero son más típicas las cavacas, suspiros, melindres, encanelados y biscoitos de orelha (pastas de oreja), llamados así por su forma.
El melón de la isla ha ganado una gran fama a lo largo del tiempo. En los embutidos artesanales se destaca la existencia de una alheira de Santa María.
Isla de tradición vinícola que se ha ido perdiendo con el tiempo, todavía cuenta con familias que producen vino de cheiro de las uvas que crecen entre los muros de piedra gris, para consumo esencialmente doméstico. El aguardiente y los licores de fruta también tienen fama y tradición.